Luciano Freud, pintor de la piel humana mediante retratos y autorretratos hiperrealistas, obsesionado con el cuerpo desnudo, perteneció a la misma escuela londinense que Francis Bacon (otro obsesionado por representar la piel del hombre, pero en su versión violenta, desgarrada). La técnica de Freud se conoce como impasto o empaste que consiste en aplicar gruesas capas de pintura sobre el lienzo, en ocasiones exprimiendo el tubo de color (como pasta de dientes)directamente sobre la superficie hasta formar una pasta que se recorta luego con espátula o brocha de cuña, de tal manera que permanezcan visibles los relieve de ondas, manchas, pinceladas y brochazos de color. Dicha técnica permite resaltar los diferentes haces de iluminación que recibe y refleja un rostro, las variadas tonalidades de la piel que nunca es uniforme, los brillos y sombras que forjan gestos, comisuras, ojeras, músculos tensos, etcétera. Adviértase en el autorretrato del pintor (con la fuente de luz encima) el entrecejo en alta tensión, la mirada que escrutina insolente, la nariz incisiva y la mueca de desprecio de la boca, el cuello vigoroso y la sombra de su cabeza sobre el cuerpo. Lucian parece adscribirse a la sentencia de que 'caras vemos... niveles de intensidad no sabemos'.
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