jueves, 31 de marzo de 2011

Apostilla breve: el número 1

"Deberíamos estar orgullosos de que un mexicano sea el hombre más rico del mundo", se dejó oír una voz, tos de fumador con el volumen exhibicionista deliberadamente alto. En una larga mesa flotante en humo de cigarros y puros, invadida de coñacs, bisoñés, copas de vino tinto, párpados sin parpadear el bótox, quesos, mascadas cubrepapadas, cacahuates, tintes irreales de pelo, restos de pescado con lasaña, dentaduras marca ACME, señores de avanzada edad debatían con voces roncas sobre si el hecho de que Slim fuese el número uno del podio mundial, constituía un poderoso estímulo para los mexicanos... o un pavoroso desaliento dada la posibilidad inalcanzable de que otro mexicano solitario poseyera de golpe todos los teléfonos y todos los celulares de México. Me enfilo rumbo a los baños de caballeros; se despeja la humareda: Slim es una excrecencia, una verruga brillante en la superficie de pobreza del país; una figura grotesca en esmoquin que no logra sacudirse la forzosa compañía de nacos y desarrapados porque luego, ¿quiénes pagarían sin chistar los servicios telefónicos? No resta más que la coexistencia resignada con los miserables que danzan al ritmo de las tarifas de internet que decreta el millonario número uno con copete sembrado.
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La canción Puttin' on the Ritz, de 1929, de Irving Berlin, cobra inusitada fuerza musical en la versión del cantante holandés Taco Ockerse, en 1982.

1 comentario:

kiwi dijo...

"Deberíamos estar orgullosos de que un mexicano sea el hombre más rico del mundo".
Como el resto del "peledaje" en México no podemos compartir el billete de $$$lim po's el orgullo sí, que al cabo no le cuesta al susodicho, o sea, yo, como muchos mexicanos estamos dispuestos a estar henchidos de orgullo siempre y cuando se "moche" ¿no? o también eso es gratis para Mr. Ricacho.