lunes, 21 de marzo de 2011

Alegoría

(oprímase para ampliar y contemplar)
Botticelli pintó La Primavera o Alegoría de la Primavera entre 1477 y 1482, por encargo de Pierfrancesco, primo de los Médicis.
La escena narra el florecimiento del amor o el renacer de las flores y los afectos. Así, nótese al extremo derecho, el drama que tiene lugar: el dios Céfiro intenta atrapar con los vientos de la pasión, a la ninfa Cloris quien, asustada, pero a la vez excitada (como ocurre momentos antes de hacer el amor: hay nerviosismo, tensión, temor, emociones contradictorias de aceptación y rechazo, culpa... y deseo vigoroso) pretende huir, pero demasiado tarde: su cuerpo bulle agitado por el vendaval erótico y ya manan de su boca flores; Cloris está intoxicada de pasión amorosa a tal grado que su cuerpo, ante nuestros ojos, experimenta una metamorfosis gozosa que la convierte en Flora (o La Primavera), la bellísima mujer que es toda flores, que trae hasta de sobra en su regazo para repartir, la multiorgásmica capacidad femenina para disfrutar, pues Cloris se ha abierto al cariiño y florece como la Primavera, que sonríe seductora y nos sostiene la mirada para afirmarnos:
"sí, acepto hacer el amor ¿Y?".
Pero, un momento:
al centro del cuadro se manifiesta nada más y nada menos, que la diosa Venus (recuérdes el lienzo del mismo autor: El Nacimiento de Venus),
aunque recatadamente vestida.
Ha acudido para poner orden en el huracán de pasiones que desató Céfiro.
"Hacer el amor", parece sentenciar la diosa, "es mucho más que arrebato atolondrado".
Así, sobre su cabeza
sobrevuela su hijo, Cupido,
cegado por una venda,
que apunta
ahí donde indica
la mano derecha
de su madre.
Un grupo de tres hermosas mujeres danza con las manos entrelazadas, con tal gracia que representan a las Gracias mitológicas:
la Voluptuosidad (la joven de la izq),
la Castidad (al centro) y
la Belleza (a la der).
Cupido apunta su flecha hacia la Castidad que precisamente en ese momento,
advierte la presencia de un apuesto joven a la extrema izquierda, que parece ajeno
a la situación.
Es el dios Mercurio, el mensajero
entre lo humano y lo divino (¿acaso no se vive así la pasión del amor?)
que disipa unas nubes con su caduceo, pues no es tiempo de lo tormentoso
sino del gozo ecuánime.
Aunque se haga
el disimulado,
el color rojo de su vestimenta
revela la pasión
que lo abrasa.

La Primavera de Botticelli es así, una pintura con ritmo: a tres tiempos, si se observa bien. Primero, allegro, la sobreexcitación de Céfiro y Cloris/Primavera; segundo, andante, al centro, en medio de un arco que forma el bosque, Venus acude a coordinar, a encauzar la pasión para que se disfrute mejor, en óptimas condiciones; y tercero, finale con minuet, la danza de la seducción de las Gracias. Para hacer el amor sin que se torne mero acto fisiológico ramplón, han de incorporarse así, tres ingredientes sutiles: belleza (pulchritud en latín, esto es, el cuidado de las formas, de los detalles), castidad -no en el sentido literal morboso de la virginidad con tapón cristiano, sino como inocencia, espontaneidad opuesta al cálculo- y por supuesto, la atracción, la química o voluptuosidad. Elementos con los que se pretende atraer la atención de Mercurio, dios de la comunicación y la inteligencia, características imprescindibles de los buenos amantes involucrados en las tareas del placer del máximo acto humano que permite renacer, revivir, florecer como la Primavera.
La modelo preferida de Botticelli, Simonetta Cattaneo Vespucci, posó en el lienzo como Flora o La Primavera, así como Voluptas, la Gracia de la izquierda
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De Vivaldi, el primer movimiento de La Primavera, o allegro: el tiempo de la pasión de Céfiro Y Cloris

5 comentarios:

Anónimo dijo...

El Dios mercurio representa a la inteligencia y al comercio (de todo tipo, incluye el carnal), según lo que entendí. Nada se habla de los aspectos pecuniarios, tan ajenos a los amantes, al inicio del enamoramiento en los tiempos que corren, pero tan indispensables en la práctica. Pero bueno, sigamos, Venus, que sí ve, le señala al hijo (cupido, que no ve) a dónde dirigir la fecha, la cual,quiero suponer, una vez en el blanco hace que su víctima entre en un desasosiego tal al que sólo la vista del ser amado y el abrazo amoroso logran morigerar. Me quedan dudas de esta bella apología del amor, primero si cupido está cegado con la venda ¿cómo es que logra captar la señal de la mano realizada por la madre? y otra, cómo es que el dios de la inteligencia, vive tan pasivamente el proceso amoroso en donde una saeta o fecha lo hace caer en un estado tal, que su pensamiento,y en general, todo su ser, se encamina a un sólo fin. ¿Puede alguno de los amables lectores imaginar qué sigue en el comportamiento de tan deidificados personajes una vez que se consuma el acto amoroso? ¿Seguirá el apuesto y joven Mercurio interesado en su bella dama? Tiene ud.la palabra...

Anónimo dijo...

Anónimo:
:P

Anónimo dijo...

Falcón, que chingonas interpretaciones de las pinturas !! Cuando sea joven quiero ser como tú !!

Falcón dijo...

Anónim@ 1- aun cuando noto inconexa la lógica de tus dudas, conviene recordar que la presente obra de Botticelli es -como advierte su título- una alegoría; esto es, la representación simbólica de ideas abstractas. En este caso, la idea del amor cuyo símbolo es la primavera. De manera que, se entiende, no procede una lectura literal del lienzo.

Así, cuando escribes: "Nada se habla de los aspectos pecuniarios", es porque son obvios. Botticelli los representa mediante la rica vestimenta del segundo hombre del cuadro: calzado de piel, espada con empuñadura labrada, tahalí, caduceo, casco y túnica de seda escarlata, propios de un noble italiano de la época. Ignoro, Anónim@, de dónde extraes la conclusión de que dichos "aspectos pecuniarios" son "tan ajenos a los amantes".

La siguiente duda denota ingenuidad que espero sea más bien, sentido del humor: "si Cupido está cegado con la venda ¿cómo es que logra captar la señal de la mano realizada por la madre?". No sólo logrará captar Cupido la señal de Venus sino que acertará en el blanco, porque Cupido vendado es símbolo del 'amor ciego'. ¿Lo has experimentado, Anónim@?

Además preguntas: "cómo es que el dios de la inteligencia, vive tan pasivamente el proceso amoroso". Relee mi texto, Anónim@, y verás que Mercurio no se encuentra pasivo: disimula. Por eso despeja las nubes tormentosas, prepara el terreno.

Y finalmente, Anónim@, cierras tus comentarios con una duda que alberga un reclamo tradicional: "qué sigue en el comportamiento de tan deificados personajes una vez que se consuma el acto amoroso". Ciertamente, no el matrimonio, si es la respuesta que buscas Anónim@, pues dicho sacramento católico no es el tema de la presente obra de Botticelli.

Ánimo, febrero es loco y marzo, con sus vientos, otro poco: ahí viene Céfiro.

Anónimo dijo...

Que lindo por aclarar mis dudas. Pero para nada estoy pensando en el matrimonio, mucho menos con el de corte religioso, lo que me parece es que el objeto de amor, deja de ser interesante una vez consumada la realización del deseo, aclaro, si de eso se trata, debo decir, que si y solo sí, es y ha sido aplicable en mi experiencia. Que si he experimentado eso de que el amor es ciego, ¡maldigo al cielo, pues es el caso!, no solo eso, una persona ciega, en el sentido literal, se "enamoró" de mi y quería cariiiiñoooo, jajaja, me dije, pero si estoy más feo que Cuasimodo ¿Qué más prueba de lo que digo que esto? ¡Bah!, me consta que hasta los más inteligentes se idiotizan con eso del enamoramiento y cometen las más estúpidas de las estupideces (un vistazo a la historia); por supuesto que me incluyo. Las alegorías, apologías y demás sutilezas amorosas, como lo es la poesía, son meros artilugios de lo que es el fin sexual: hacer derroche de cariiiiñooooo!!! Con el respeto y admiración que me merece Mr.bigotón.