Ejercicio de observación

Hoy se festeja a Santo Domingo de Guzmán (nacido Domingo Félix de Guzmán, 1170-1221), fundador en 1215 de la Orden de Predicadores mejor conocidos como monjes Dominicos. Por orden de Inocencio III, Santo Domingo de Guzmán creó el Tribunal de la Fe en Tolosa (o Toulouse), en 1216, para combatir a los cátaros o albigenses; y por órdenes sucesivas de los papas Inocencio IV, Alejandro IV y Clemente IV, se le confió el tribunal de la Inquisición. La influencia de los dominicos fue tal en España que, por ejemplo, Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal, fundó en 1496, la primer ciudad de América con el nombre precisamente de 'Santo Domingo' (el miedo a la Inquisición no andaba en burro y más valía quedar bien con los tenaces dominicos). Historia aparte no obstante, póngase atención hoy domingo, a la iconografía de Domingo de Guzmán. El santo es representado pictóricamente con un elemento constante a sus pies (que después se explicará). ¿Cuál es?

Además de otros símbolos (como las lilas blancas que recuerdan la castidad inquebrantable del santo), llama la atención la figura del perrito que, como la mascota que entrega el periódico a su amo, sostiene en su boca una o varias velas encendidas. De acuerdo con la hagiografía más divulgada, el perrito faldero piromaníaco apareció en un sueño de Juana de Aza embarazada, próximo ya el nacimiento de Santo Domingo. El perrito surgía del vientre de la madre y corriendo con las velas encendidas en la boca, le pegaba fuego al mundo. Angustiada, doña Juana de Aza decidió consultar al monje benedictino Domingo de Silos; éste interpretó el sueño como una señal de que su hijo, como un can, sería fiel defensor y divulgador del fuego o buena nueva de Cristo. La madre agradecida añadió el nombre de 'Domingo' al recién nacido, Félix de Guzmán

Cabría sin embargo, reparar en la mamitis (vulgo "complejo de Edipo") de Santo Domingo; rasgo no particular del santo, sino de la condición humana, pues en efecto, es en la infancia cuando la madre trasmite no sólo el lenguaje materno sino la información religiosa o prejuiciosa de todo tipo. La mayoría de los creyentes ya adultos incluso, continúan creyendo a pie juntillas en las enseñanzas que su madre les impartió cuando eran infantes; y continúan sometidos a las fantasías, sobre sí mismo o sobre el mundo, del imaginario o desiderátum maternal.

Así, se desconoce de qué manera y en qué momento Santo Domingo se enteró del sueño materno del perrito, pero todo hace suponer que fue de niño cuando debió de escuchar de labios de su madre, el relato... junto con la interpretación del monje benedictino de Silos. Y luego, en profecía autocumplida, el joven Domingo Félix de Guzmán dedicó su vida a convertirse, aplicado en la fe cristiana, en el perrito soñado.

Y en otra vuelta de tuerca simbólica: ¿soñar con parir un perro de fuego? Pues, ¿quién fue el padre del santo? Porque un perro que echa a correr sin órdenes expresas de su dueña, es más un can callejero que uno doméstico. Y las velas encendidas, el fuego en la boca: ¿los mordiscos de la pasión abrasadora? Entonces, ¿la madre angustiada acudió acaso con el oráculo benedictino para que la liberase de alguna culpa? Por ejemplo, ¿la de que alguien identificase al Perro sin dueño que encendió aquella pasión que al final, engendró un perrito? En fin, el sueño de doña Juana de Aza, ¿se trató de un sueño erótico o de una pesadilla? El laberinto onírico es inagotable, caray.