miércoles, 5 de mayo de 2010


En el país del sol

Junto al negro palacio del rey de la isla de Hierro —(¡oh, cruel, horrible destierro!)— ¿cómo es que
tú, hermana armoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical? ¿No te entristece recordar la primavera en que oíste a un pájaro divino y tornasol
en el país del Sol?

En el jardín del rey de la isla de Oro —(¡oh, mi ensueño que adoro!)— fuera mejor que tú, armoniosa hermana, amaestrases tus aladas flautas, tus sonoras arpas; tú que naciste donde más lindos nacen el clavel de sangre y la rosa de arrebol,
en el país del Sol!

O en el alcázar de la reina de la isla de Plata —(Schubert, solloza la Serenata...)— pudieras también, hermana armoniosa, hacer que las místicas aves de tu alma

alabasen, dulce, dulcemente, el claro de Luna, los vírgenes lirios, la monja paloma y el cisne marqués. La mejor plata se funde en un ardiente crisol,
en el país del Sol!

¡Vuelve, pues a tu barca, que tiene lista la vela —(resuena, lira, céfiro, vuela)— y parte, armoniosa hermana, a donde un príncipe bello, a la orilla del mar, pide liras, y versos y rosas, y acaricia sus rizos de oro bajo un regio y azul parasol,
en el país del Sol!

-Rubén Darío, 1893

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