jueves, 24 de diciembre de 2009

¿Cascanueces?

Ernst Theodor Amadeus Hoffman (1776-1822) escribió en 1816 un cuento para los hijos (Maria y Fritz) de su jefe en un despacho de abogados. El título siempre me pareció extraño: Cascanueces y el Rey de los Ratones. La historia es sencilla, en apariencia. Comienza un 24 de diciembre ante el árbol de navidad con la entrega de regalos a María (en el cuento de Hoffman, el nombre de la niña es Marie o María, mientras que Clara - o Klärchen - es el nombre de una de sus muñecas ) y Fritz (o Federico) . María no quiere muñecas sino... un cascanueces. El excéntrico tío Drosselmeier se lo regala junto con un relato sobre cómo una princesa al nacer, recibió la maldición de la reina de los ratones que fue muerta en la cocina imperial por comerse el tocino. La niña se deformó en su cuna de manera monstruosa: su cuerpo se achicó y la cabeza creció enorme, con ojos saltones y una sonrisa llena de colmillos. La única manera de devolver a la antes bellísima princesa su forma original, era conseguir una nuez gigante llamada Krakatuk que luego debía romper con los dientes un joven imberbe. El tío Drosselmeier tardó quince años en encontrar al joven candidato. Cuando por fin lo presenta ante la corte, el abatido rey le promete la mano de su monstruosa hija si quiebra la nuez. Con sus mandíbulas, el robusto muchacho tritura la nuez Krakatuk y se casa con la princesa.
¿A qué niña se le ocurriría pedir de regalo de Navidad un cascanueces? Bueno, en el cuento y en la vida real, María, la hija del abogado Hitzig, jefe de Hoffman tenía predilección por las nueces. De ahí que el instrumento más deseado fuese... el cascanueces (KnussKnacker en alemán).
En la época de Hoffman, la peor pesadilla fueron los ejércitos invasores de Napoléon que se metieron literalmente hasta la cocina en toda Europa, como ratones. Un cascanueces así, fue fácil de representar como un soldado valiente que acaba con los ratones.
Durante la corta vida de Hoffman (murió a los 46 años), Alemania aún no existía como nación. Prusia y cientos de pequeños reinos sajones era todo lo que existía. Las formas de vida eran aún muy parecidas a las medievales; la higiene por tanto, no era mucha: en villas, pueblos y ciudades abundaban las plagas de ratones. De ahí el punto de partida para imaginar a una Reina de Ratones y a un heredero varón que se bate con el Cascanueces. El cuento de Hoffman posee una gran carga mágica y tenebrosa que se perdió más adelante.

En efecto, si se reflexiona sobre el dilema de una niña que para crecer (esto es, tornarse mujer ) requiere de un joven que acuda a romperle la dura nuez y salvarla así, de sus pesadillescos deseos inconscientes nocturnos que le roen la conciencia (como gigantesco roedor), la fuerza simbólica del cuento es extraordinaria. Por eso Alexander Dumas, padre, prefirió simplificarlo mediante una versión más accesible, menos truculenta, para los niños franceses.

La versión de Dumas de El Cascanueces y el rey de los Ratones, cuento infantil de Navidad, fue la que precisamente leyó Ivan Vsevolozhsky, el hombre del monóculo, director del Teatro Imperial Ruso (Ballet y Ópera incluidos ) . Y fue por órdenes de Vsevolozhsky que se designó al músico de la corte zarista, Piotr Illich Tchaikovsky, para componer una suite de ballet (había muchas niñas y adolescentes ballerinas haciendo cola por salir a escena) con el tema del cuento de Hoffman versión Dumas.
Pero el maestro Piotr Ilich Tchaikovsky se puso sus moños: el cuento le parecía absurdo (él prefería dedicarse a La bella durmiente) y difícil de representar en escena: ¿un cascanueces bailando? Las órdenes del director del Teatro Imperial Ruso empero, no se emitían para ser discutidas: se acataban. Y punto. Así, a regañadientes, en 1892, Tchaikovsky compuso un ballet en dos actos (Opus 71) con el principio y el final del cuento de Hoffman versión Dumas. La música resultó pegajosa y pronto se hizo muy popular; sobre todo, cuando primero Londres y luego EEUU, decidieron representar el ballet del Cascanueces cada Navidad. El resto del mundo, incluido el vecino imitador, México, representan así machaconamente cada Navidad, la obra que Tchaikovsky compuso de mala gana.




En 1940, con la película Fantasía, Walt Disney popularizó aún más la música de la suite del ballet de Tchaikovsky. Por cierto, también el maestro Leopold Stokowski se puso sus moños. Invitado a aparecer empuñando la batuta en la cinta, el músico de origen británico aceptó a condición de que sólo se viese su silueta en un escenario a oscuras. Al maestro le daba vergüenza que lo asociaran con caricaturas infantiles.

* * * * A propósito, UNA FELIZ NAVIDAD A TODAS&TODOS LOS USUARIOS Y LECTORES DE ESTE BLOG, CARIÑO A RAUDALES * * * * *

2 comentarios:

ross dijo...

Tienes un gusto exquisito para seleccionar esta informacion y mucho amor incondicional para compartirla, mil felicidades para ti tambien

Anónimo dijo...

La Bella historia de Hoffmann, adaptada por Alexandre Dumas puede leerse en la reciente edición de ed Trifaldi, diciembre 2009